Las cartas de mi madre

                Hoy encontré, en una bella caja de madera, las cartas que le escribí a mi madre en el viaje que hice a Europa en el año 1986.
                Estaban prolijamente ordenadas por fecha, y también estaban las Tarjetas enviadas desde cada lugar, tanto a ella como a mis hermanos. La emoción me embargó de una manera profunda. Me asomaron lágrimas en los ojos, sin quererlo. Me subió como una emoción acongojada por ese detalle tan materno, tan amoroso, tan de madraza, como era ella. La veo en un sillón, sentada al sol, leyendo esas cartas ajadas de tanto leerlas.
               Han pasado treinta y dos años de aquel maravilloso viaje con pasaje de ida solamente. Un viaje que me permitió visitar varios países, entre ellos Suecia, Alemania, Italia, Francia, Dinamarca, Bélgica, y España; como así también conocer parte de mi familia belga.
             El viaje de ida, lo realicé con Andrea Bedendo, la hermana de Mauro. Nos encontramos cuando yo estaba buscando, en agencias de viaje, un pasaje a Bruselas. Y ella se había enamorado, el verano anterior de Francois, un belga de paseo por Argentina. Había ahorrado unos dólares, pocos, y sacó un pasaje de ida para Bruselas. Nos conocimos y conectamos inmediatamente. Así fue como en la agencia de viajes, me consiguieron un pasaje en el mismo vuelo que ella. Viajamos a tomar el avión con 36º de temperatura a Ezeiza. Llegamos 24 horas después a Bruselas con 0º y nevando. Fue una experiencia fascinante.
            Una vez arribadas al aeropuerto, nos esperaba Francois, que nos llevó en auto hacia su casa en un barrio de Bruselas.
             Ahí comenzó uno de los viajes más especiales que he realizado a lo largo de mi vida. Tenía 26 años y salía a conocer el mundo. Ahora, con estas cartas en la mano, podré apelar a mi memoria para reconstruir en una narración cronológica, lo transitado en esos días de mucho placer y goce personal.
Añado una foto de la visita a Mónaco, ya casi al finalizar ese extraordinario viaje al viejo mundo.