Divagando a la mañana
Era un día como cualquier otro. Me desperté tranquila, y poco a poco fui moviéndome en la cama. Esos despertares me gustan. El silencio era profundo, pero igual escuché un auto en la calle y un pájaro que cantaba. Abrí y cerré varias veces los ojos, hasta que estos se acostumbraron a la luz del día. Lentamente me bajé de la cama, me calcé las ojotas, y me fui al baño. Me miré al espejo y ví mi pelo canoso revuelto. Me gustó. Tenía puesto un camisón rosa, una de la prendas que más amaba de mi lencería. Estaba viejita y gastada, pero la seda era suave y aterciopelada. Lavé mi cara con agua fría, para despabilarme, y cepillé mis dientes con fuerza. Aún estaban todos, blancos y sin que se note el paso del tiempo. A pesar de que ya casi llegaba a los sesenta, tenía una dentadura excelente, y sin ningún implante, carie o problema dental. Era mi orgullo sin lugar a dudas.
Me sonreí con esa sonrisa ficticia, que siempre me mostraba, frente al espejo y me calcé la bata que estaba colg