Calor que derrite



Son las seis de la mañana. Abro la puerta cancel, antigua y de madera pesada, y salgo a la calle. El sol me ciega, pero se el camino y sigo como si nada.
La calle, de adoquines, suena a cada paso. El calor ya es aberrante, pero me he hecho amigo de ese bicho que no babea a uno todo desde siempre. Si, me he hecho amigo, sólo hace unos años, hasta allí, sistemáticamente, me enfurecía con él, y terminaba a las patadas, sudada y enojada sin remedio. Me costaba volver a mi estado normal, si es que hubiera un estado normal.
Por eso ahora este calor, amigo mío, me ayuda a reflexionar sobre lo que estamos haciendo con nuestro planeta. Cada día con nuestras actitudes, ayudamos a que siga destruyendose.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Recuerdos, olvidos y ficciones de la niñez

Las palabras y la cocina

Agua que cae del cielo.