Retomando la escritura en tiempos de Pandemia Mundial

 Después de mucho tiempo, he vuelto a abrir Blogger, mi página, El Sembrador de Palabras. 

Ha pasado tiempo, y ya no soy la misma persona que hace unos años, recuperaba el placer de escribir y "vaciar" su mente de todas esas palabras que formaban un torbellino indescriptible, en los vericuetos del alma. Alli, donde la subconciencia aparece con formas indefinidas, con voces de personas desconocidas, o amadas que ya no están. Allí, en lo profundo de nuestra mente, en el "agujero negro" de la conciencia, allí, están todas esas palabras no expresadas, y que intentan salir a la luz del mundo. 

Hoy es un domingo de verano, en Pandemia. Aquí, en esta parte lejana, ¿de dónde? del mundo, los casos están en su apogeo, pero las personas están hartas de tanto estar en sus casas, como si esto fuera tan fácil. 

El sol estuvo brillando todo el día, y logicamente, hay que salir a tomar aire, como si eso fuera algo que no hacemos en forma constante. Aire fresco, fuera de la casa que nos alberga diariamente. 

Y yo aquí, tratando de sacar ese mundo que tengo adentro que me palpita y me llora con amor. 

Escribo desde muy jóven, despues, pasado el tiempo, dejé de hacerlo. Había que trabajar para sobrevivir con una niña hermosa para criar. Pero siempre escribí, de diferentes maneras, aún cuando eran solo discursos, o circulares, o notas. Me gusta escribir, es como un bálsamo para mi interior herido, y donde he cultivado un jardín de mariposas blancas y multicolores con las que hablo como si fueran personas. Se que muchas de ellas son las perosonas que yo identifico en otro plano, más etéreo, que me dan mensajes y me ayudan a pasar aguas tormentosas, que todas tenemos a lo largo de nuestra vida. Así fue con mi padre y con mi hermana. Ellos estuvieron conmigo siempre, ahora le acompañan mi madre y mi hermano Guillermo. 

Pero eso es mi mundo interior con mis muertos y mis mariposas en ese jardín de una casa de campo con bellos y enormes árboles guardianes que me esperan para acurrucarme con sus ramas, llenas de flores y aromas de mi niñez y adolescencia, donde forjé mi carácter y mi personalidad. 

Allí es un sol tenúe, pero brillante. Me ilumina una paraguayita llena de flores fucxias, que me impregnan con su aroma dulce. Y también la cascada de esa rosa banqui, en la pergola que hizo mi padre con la ayuda de mis hermanos mayores, con postes de madera, clavos y martillo. Quedó tan bella que mi madre solia poner un sillón de mimbre debajo para leer, y despues todos nosotros hicimos lo mismo a lo largo de varios años, hasta que una tormenta, la arrancó de cuajo, y se secó sin posibilidades de volver a brotar. 

Así es mi mente, me pasea por recuerdos de esa infancia, y adolescencia que me marcó con hechos tan profundos, que fueron un mapa en el alma, delineado como con fuego. Allí pasó tal cosa, y allí tal otra. La mayoría fueron perdidas irrecuperables, de una manera trágica y rápida. Aprendimos a no sosobrar en esos mares tempestuosos. Había que sobrevivir y lo hicimos . 

Ahora, esos recuerdos, ya no duelen, solo me producen una sensación de paz y bienestar. ¿cómo pudimos sobrevivir a tanto? Nos fuimos endureciendo sin darnos cuenta. Para llegar a la madurez  con una piel tan gruesa que nadie podía penetrar. Pero eso nos salvó de morir y de que nos matara la misma vida. La tengo arrugada, pero es suave, herencia de mi padre. Soy geneticamente más de la familia de mi padre, que de mi madre, por lo menos en lo físico. Pero tengo la sensibilidad de mi madre. Esa que ella nunca perdió, y me transmitió de diferentes maneras. Ahora mi hija, se reconoce "en el parecido".

Conocí a mi nona Leti, y era una mujer de la época, pero tan avanzada; un poco pacata, pero con ideas más modernas, de hecho, no tuvo problemas en vivir el amor por el abuelo, al punto de entregarse a la pasión que la sobrecogia y así fue que quedó embarazada de mi madre. Se casaron, pero se amaban profundamente, y tuvieron siete hijos. Mi madre era la mayor. Recibió un trato especial por esa situación como se estilaba por los años 30. Le pusieron el nombre en femenino de su padre, y es el mismo que llevo yo. Y en mi caso, mi hermano mayor, lleva ese nombre, pero mi madre quiso que yo también lo llevara. Así que me decía:

--Tu hermano lleva el nombre de su abuelo, pero vos, llevás el mio. 

Fue clara, ella era la continuidad de nona Leti. Yo era su continuidad. 

Eso me hace pensar que mi hija, Rosario, es mi continuidad, aunque no se llame como yo. Bah, tiene el nombre María, que es también mi nombre. Eso hace que sea mi continuidad. 

He escrito en forma desordenada todo el texto, pero no quiero modificarlo. Así quedará. 
En proximos escritos, iré avanzando en los recuerdos de mi niñez y adolescencia. 



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